
En 30 segundos
Vas a leer algo que no te cuentan. Te voy a explicar la diferencia entre ser un “número de expediente” en un call center y ser un “cliente” en un despacho que se sabe cómo te llamas.
Y, sobre todo, vas a entender por qué los abogados “gratis” te pueden costar 3.200 € más que los que te cobran 60 € por empezar.
Lee esto, es por tu dinero.
Las plataformas de reclamación: la fábrica de churros
Ves el anuncio en la tele. O en Facebook. Un vídeo muy bien hecho.
“GRATIS. Reclama los gastos de tu hipoteca. No pagas si no ganas”.
Es una promesa potente. Irresistible. ¿Quién no quiere algo gratis?
Es el queso. Grande, amarillo y brillante, puesto en mitad de la cocina.
Huele de maravilla.
Lo que no ves es la barra de metal que está a punto de partirte el cuello.
Haces clic. Te llevan a una web brillante. Lo primero que ves es una “Calculadora”. “Calcula en 1 minuto cuánto te debe el banco”. Metes cuatro datos. ¡Magia! La pantalla dice: “Te deben 15.000 €”.
Eso que acabas de usar no es una calculadora mágica. Es un “lead magnet”. Es la herramienta que usan para conseguir tus datos. Como dicen los expertos en marketing, transforman tu “derecho abstracto” en una “ganancia monetaria tangible”.
Ya te han pescado.
Al minuto te llama un “asesor”. No es un abogado. No se ha sentado delante de un juez. Ni frente a los abogados de los bancos. Es un comercial. Su trabajo es conseguir que firmes el papel digital. Rápido. “No te preocupes, es todo a éxito. No arriesgas nada”.
Y firmas.
En ese momento, dejas de ser una persona. Te conviertes en un número de expediente. Tu caso entra en una cadena de montaje. Un software lo procesa.
Estas grandes plataformas y despachos masivos son máquinas de hacer churros. Necesitan volumen. Miles de casos.
¿Y la comunicación? Un call center o un chat. Preguntas por tu caso y te dicen “está en trámite”. Hablar con el abogado que (supuestamente) lleva tu caso es más difícil que conseguir una audiencia con el Papa.
Pasa el tiempo. Un día, te llega un email. “¡Enhorabuena! Hemos ganado. Hemos recuperado 12.800 €”.
Estás feliz. Por fin.
Pero en el siguiente párrafo dice: “Según la hoja de encargo, nuestros honorarios son el 25% de la cantidad recuperada“.
Y 3.200 € de tu dinero, vuelan.
De repente, lo “gratis” te ha costado 3.200 €. El “asesor” del call center no te habló mucho de eso, ¿verdad?
El truco es que ese dinero nunca ha pasado por tu cuenta. Por eso crees que no duele. O que no lo has perdido.
Te equivocas.
Esos 3.200 € no eran una cifra en un email. Eran tuyos.
Eran el viaje a Disney que llevas años soñando. Eran esa pequeña reforma para arreglar el baño. Eran esa operación que sigues aplazando.
Acabas de pagar con tu viaje a Disney al jefe del “asesor” del call center. Además de haber cobrado las costas del banco. A cambio de rellenar un formulario.
Ahora vuelve a pensar en los 60 € que te pedía el abogado que te cobra por empezar.
¿A que ya no parecen tanto?
Los abogados especializados: el taller del artesano
Ahora hablemos del otro modelo. El del artesano. El del despacho familiar. El nuestro.
Aquí no hay anuncios en la tele. No tenemos “calculadoras” mágicas que te prometen dinero fácil. Tenemos un teléfono y un email.
Y cuando llamas, te respondo yo. O te responde mi padre. Cuando nos envías un email, te contestamos nosotros. No un “asesor comercial”. Un abogado. Con nombre y apellidos. Y nos vamos a aprender el tuyo.
No te vamos a vender una moto. Te vamos a pedir los papeles.
Y aquí viene la parte que te choca. Te vamos a cobrar por mirar tus papeles.
Sí, 60 €.
¿Por qué?
Porque no somos una fábrica de churros. Somos un taller. Esos 60 € pagan el tiempo de un especialista. Pagan que nos sentemos a estudiar tu hipoteca línea por línea. Buscando la coma, la cláusula que la máquina de la plataforma se salta porque no es “estándar”.
Pagan que te tratemos como a un “nombre” y no como a un “número”.
Pagan por la honestidad.
Después de ese estudio, te diremos la verdad. “Oye, Juan, esto se puede pelear por aquí y por aquí. Tenemos estas opciones”. O te diremos: “Mira, María, sinceramente, esto no tiene recorrido. No pierdas el tiempo ni el dinero. No sigas”.
Preferimos ganar 60 € por un trabajo honesto que prometerte la luna para luego decepcionarte. O lo que es peor, para robarte.
Pero supongamos que sí. Que tu caso es viable. Que vamos adelante. Que peleamos. Que hablamos contigo cada vez que hay una novedad. Que tú tienes nuestro móvil.
Y ganamos.
Ganamos esos mismos 12.800 €.
¿Sabes qué porcentaje te cobramos? Cero. Ni un 25%. Ni un 20%. Ni un 10%.
El premio es tuyo. Los 12.800 € son íntegros para ti.
¿Y nosotros? ¿No comemos?
Sí. Pero no de tu plato.
Hacemos que nos pague el banco. El juez, al darnos la razón, condena a la entidad a pagar las costas del juicio. El banco paga tu indemnización. Y el banco paga nuestra factura.
Y aquí está la clave: el trabajo de demandar al banco es el mismo. La estafa es la misma. Y nuestro esfuerzo es el mismo.
Por eso no creemos en los porcentajes. No vamos a quitarte un pellizco de tu dinero solo porque el banco te estafó más.
Tu coste total ha sido de 60 €. Sesenta. No tres mil doscientos. Lo nuestro lo paga el banco.
Conclusión
La pregunta es simple. ¿Qué prefieres?
¿Pagar 0 € al principio y 3.200 € a la salida?
¿O pagar 60 € al principio y 0 € a la salida?
Piensa.
Cuando pagas 60 € por la entrada de un concierto, no te sientes estafado. Es el precio. Lo pagas, entras y disfrutas.
Pero odias esa factura de fibra y TV. Esa que te prometía 20 € y luego llega con 80 € de “costes de gestión” y “paquetes premium” que no pediste. Te sientes idiota. Porque eso no es un precio. Es una trampa. Es un coste oculto.
¿Lo ves?
El call center del “reclama gratis” te ofrece la factura de teléfono. Con el “gratis” por delante, y los 3.200 €, de sorpresa, por detrás.
Nosotros te ofrecemos la entrada del concierto. 60 €. Es el precio de un trabajo real.
Ahora, vuelve a pensar. ¿Quién está pensando de verdad en tu dinero? ¿El que te miente con la entrada para reventarte a la salida, o el que te cobra un precio justo por adelantado y quiere que te quedes con lo que es tuyo?
Si te da igual tu dinero, adelante, coge el teléfono y llama al anuncio de los neones. Firma el papel digital. Regálales tu viaje a Disney.
Si odias que te tomen por idiota, haz esto:
Llámalos a ellos primero. Pregunta todo. Escucha la música. Ah, y que te manden “el trato” por email. Ese PDF que te envían deprisa para que firmes sin mirar. Tú míralo. Pero no lo firmes.
Luego ven a vernos y hacemos los cálculos.
Tú decides. Nuestro email es info@roda-abogados.com.
Lo que escribas aquí lo leerá un abogado, no un comercial.
Si creemos que podemos ayudarte, te lo diremos. Si hay otros que te pueden ayudar mejor, te lo diremos.
No nos gusta perder el tiempo ni hacérselo perder a los demás. La decisión es tuya.
P.D.: Una cosa más. Imagino que te parece justo cobrar por tu trabajo. A nosotros también. Es esa rara manía que tenemos de querer que nos paguen por lo que hacemos bien.
La buena noticia es que, en estos casos, quien paga nuestra fiesta es el banco (a través de las costas). A ti te sale a cero.
¿Y los 60€?
Son solo un filtro anti-curiosos. Si no estás dispuesto a invertir eso para recuperar lo que es tuyo, mejor no empecemos.

