(Esta es la tercera parte de la historia, si haces clic aquí podrás ver cómo empezó todo).
Cuando decides demandar a un gigante, no lo haces a la ligera.
Sabes que al otro lado no habrá un aficionado. Habrá un despacho de abogados grande. De los que aparecen los primeros en todos los rankings. Un equipo de profesionales cuyo trabajo es defender lo indefendible.
Y así fue.
Su defensa se construyó sobre una idea que, a primera vista, puede sonar hasta razonable: “Como el cliente nunca llegó a pagar la silla, el contrato en realidad no se formalizó”.
Parece lógico, ¿verdad? Si no hay intercambio de dinero, no hay compra.
Pero es una lógica de arena. Se desmorona en cuanto la tocas.
Porque las reglas del juego —las de verdad, las que están en la ley— dicen otra cosa. Algo mucho más simple y mucho más justo.
Un contrato de este tipo no nace cuando pagas.
Nace en el instante en que las dos partes se ponen de acuerdo en la cosa que se vende y el precio.
Piénsalo.
La empresa publica una oferta: “Vendo esta silla (la cosa) por este dinero (el precio)”.
Tú ves la oferta y haces clic en “Comprar”: “Acepto tu oferta. Quiero esa silla por ese dinero”.
Y la empresa te envía un email: “Pedido confirmado”. Es decir: “Hemos recibido tu aceptación. Tenemos un trato”.
En ese preciso momento, el contrato es perfecto. Es válido. Es vinculante.
Ya existe.
No importa si el pago es inmediato, a treinta días o contra reembolso. El acuerdo ya está sellado. Desde ese instante, el vendedor tiene la obligación de entregarte el producto y tú tienes la obligación de pagarlo.
Nuestra demanda no se basaba en tecnicismos complejos. Se basaba en ese principio fundamental.
Argumentamos que dejar que un vendedor cancele un trato a su antojo porque después el producto vale más sería el fin de la seguridad en el comercio. Sería permitir que las reglas las ponga siempre el más fuerte.
La ley existe, precisamente, para evitar eso. Para proteger al que actúa de buena fe.
Así que la pregunta que le hicimos al Juez fue muy sencilla: ¿vamos a permitir que una empresa diga “tenemos un trato” y al día siguiente diga “era broma, ahora las condiciones son otras”?
La defensa del gigante era un castillo de naipes. Y nosotros estábamos a punto de soplar.
Si haces clic en este enlace, verás la demanda que presentamos en el Juzgado.
Si haces clic en este enlace, verás cómo terminó el procedimiento judicial.