En 30 segundos
Imagina la escena. Llevas meses en tu nueva casa de alquiler y decides que ese tabique que separa la cocina del salón es un estorbo. O quizás, como propietario, vuelves a tu piso tras un alquiler y descubres que han instalado un jacuzzi en el baño sin tu permiso.
Ambas situaciones, aunque extremas, nacen de la misma duda: ¿qué obras puede hacer un inquilino? Este texto es la chuleta legal que todo propietario e inquilino en Canarias debería tener a mano. Para el propietario, es el escudo que protege su inversión. Para el inquilino, es el mapa que le permite mejorar su hogar sin arriesgarse a perder la fianza o, peor aún, a ser desahuciado. Vamos a desgranarlo.
Te interesa como propietario
Escúchame bien. Tu piso no es un lienzo en blanco para la creatividad de otros. Es tuyo. Es una inversión que te ha costado sudor y dinero.
Cuando alquilas tu propiedad, cedes su uso, pero no entregas un cheque en blanco para que la transformen. El problema es que muchos contratos son ambiguos. Dicen “prohibido hacer obras” y se quedan tan anchos. Pero, ¿qué es una obra? ¿Pintar una pared de otro color? ¿Instalar un aire acondicionado para sobrevivir al verano?
Aquí es donde te la juegas. Si tu contrato no es claro como el agua de las playas de Papagayo, dejas una puerta abierta a interpretaciones. Y en el mundo legal, las interpretaciones son sinónimo de problemas.
Una lección de oro: el contrato es tu fortaleza. Una cláusula bien redactada que prohíba explícitamente cualquier modificación sin tu permiso por escrito te da el control total. No se trata de ser un tirano, sino de ser previsor. Porque una “pequeña mejora” no autorizada puede convertirse en un agujero de miles de euros, en un problema con la comunidad de vecinos o, en el peor de los casos, en un fallo estructural del que tú serías responsable. Piensa en ello: tu consentimiento, siempre por escrito, es la llave que abre o cierra la puerta a cualquier cambio. Sin esa llave, nadie debería tocar ni un solo ladrillo.
Te interesa como inquilino
Vives en una casa que no es tuya, pero durante un tiempo, es tu hogar. Quieres sentirte a gusto, hacerla tuya. Colgar ese cuadro que tanto te gusta, instalar un lavavajillas que te salve la vida o poner un aparato de aire acondicionado para no derretirte en agosto.
Pero cuidado. Antes de llamar al manitas, tienes que hacer una cosa: leer tu contrato.
Ese documento es el que manda. Muchos inquilinos cometen el error de pensar: “bah, es una mejora, al propietario le gustará”. Error. Tu casero puede que tenga otros planes para la vivienda o, simplemente, puede que no le guste tu idea.
Hacer una obra sin permiso, por pequeña que sea, puede ser motivo para que el propietario resuelva el contrato y te ponga de patitas en la calle. Y no solo eso, podría exigirte que devuelvas la vivienda a su estado original (pagando tú la fiesta, claro) y quedarse con tu fianza.
La clave es entender la diferencia entre “pequeñas reparaciones” (que te tocan a ti) y “obras de mejora o modificación”. Colgar un cuadro o cambiar una bombilla es una cosa. Tirar un tabique, cambiar los azulejos del baño o instalar una estructura fija es otra muy distinta. Para lo segundo, necesitas un SÍ rotundo y por escrito de tu casero. No te conformes con un “vale” por WhatsApp. Pide una autorización formal. Es tu salvavidas si las cosas se tuercen.
Implicaciones prácticas para propietarios o inquilinos en Canarias
Dejemos la teoría y vayamos al grano. ¿Qué significa todo esto para nosotros, aquí en Canarias?
Para el propietario:
- Contrato blindado: no uses plantillas de internet. Invierte en un buen contrato que incluya una cláusula sobre las obras muy específica. Prohíbe todo por defecto y exige autorización escrita para cualquier excepción. Especifica que cualquier obra autorizada quedará en beneficio de la finca al finalizar el contrato, sin derecho a indemnización. Así te evitas sorpresas.
- Las solicitudes, por escrito: si un inquilino te pide permiso para algo, que lo haga por escrito. Y tú, contesta por escrito. Tanto si aceptas como si deniegas. Por ahora, el papel (o el email con acuse de recibo) es tu mejor amigo. Si las cosas se tuercen, habrá que utilizar el burofax.
- Cuidado con lo que autorizas: jamás des permiso para obras que puedan afectar a la estructura o seguridad del edificio (derribar un muro de carga, por ejemplo). Aunque el inquilino insista, la responsabilidad final podría ser tuya.
Para el inquilino:
- Lee antes de firmar: antes de enamorarte de un piso, lee la cláusula de las obras. Si es muy restrictiva, y tenías pensado instalar tu flamante equipo de aire acondicionado, háblalo antes. Lo que se negocia al principio, te ahorra disgustos después.
- Pide permiso hasta para respirar (o casi): ¿quieres poner un toldo en la terraza para protegerte de un sol de justicia? Pide permiso por escrito. ¿Quieres cambiar la placa de vitrocerámica por una de inducción? Pide permiso por escrito. Ante la duda, pregunta. Es mejor parecer pesado que acabar en un lío.
- Guarda los electrodomésticos: si instalas un aire acondicionado, un calentador o una alarma, el texto deja claro que no se consideran “obras de mejora” que deban quedarse en la casa. Son tuyos. Al irte, puedes llevártelos, siempre y cuando dejes la pared como estaba y sin causar daños.
En resumen, la relación entre propietario e inquilino es como un baile: si uno pisa al otro, la música se para. La comunicación y, sobre todo, los acuerdos por escrito, son los que marcan el ritmo para que todos bailen a gusto.
Conclusión
Las paredes de una casa guardan historias, pero también pueden ser fuente de conflictos. Saber qué se puede y qué no se puede tocar en una vivienda de alquiler es fundamental para una convivencia sana y para evitar que el sueño de un hogar se convierta en una pesadilla legal. La regla de oro es simple: que todo quede por escrito.
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