En 30 segundos
Imagina que vas a comprar un frigorífico. Lo primero que miras, casi sin pensar, es esa pegatina de colores con letras de la A a la G. Te dice si va a ser un vampiro de electricidad o un mechero. Pues bien, el Certificado de Eficiencia Energética (CEE) es exactamente eso, pero para una casa.
Para ti, inquilino, es la bola de cristal que te dice si vas a tiritar en invierno o a asarte en verano, y sobre todo, cuánto te va a costar en la factura de la luz. Para ti, propietario, es un papel que puede parecer un trámite más, pero que en realidad te protege, te da valor y te libra de multas que quitan el sueño. Este documento no es burocracia, es información. Y la información, en el mundo del alquiler, es poder.
Te interesa como propietario
Escucha, sé lo que estás pensando. Otro papel, otro gasto, otro trámite. Pero míralo de otra forma.
- Es tu escudo legal. La ley es clara: si alquilas, tienes que tenerlo. No tenerlo no es una opción, es una invitación a una sanción. Y las multas por esto no son ninguna broma. Tener el certificado y entregarlo es como llevar el cinturón de seguridad: puede que nunca pase nada, pero si pasa, te alegrarás de haber cumplido. Cierras la puerta a problemas futuros.
- Es tu mejor argumento de venta. ¿Tu piso tiene una buena calificación, una A o una B? Eso no es un dato técnico, es un eslogan publicitario. Significa que tu casa está bien aislada, que guarda el calor en invierno y el fresco en verano. Puedes decirle a un posible inquilino: “Además de un alquiler justo, te ofrezco facturas de luz más bajas”. En un mercado competitivo, sobre todo aquí en Canarias donde el aire acondicionado puede ser un gran gasto, eso es música para los oídos de cualquiera.
- Te posiciona como alguien serio. Entregar toda la documentación en regla, de forma transparente, genera confianza. Un inquilino que confía es un inquilino que cuida tu casa y paga a tiempo. Es empezar la relación con buen pie, demostrando que eres un propietario profesional, no un aficionado.
Te interesa como inquilino
El precio del alquiler es importante, sí. Pero no es lo único que vas a pagar cada mes. La factura de la luz puede convertir un alquiler “barato” en una pesadilla mensual.
- Es tu derecho a saber. Tienes derecho a saber dónde te metes. El propietario está obligado a enseñarte la etiqueta energética en el anuncio y a darte una copia del certificado cuando firmes el contrato. Si te ponen pegas, si te dicen “ya te lo daré” o “eso no hace falta”, desconfía. La transparencia es la base de un buen alquiler. Quien esconde algo tan básico, ¿qué más podría esconder?
- Es tu predictor de gastos. Una casa con una calificación F o G es un coladero de energía. Las ventanas no cierran bien, los muros no aíslan… Significa que en verano tendrás que tener el aire acondicionado a tope para no sudar la gota gorda y en invierno la calefacción (o el deshumidificador) no dará abasto. Esa letra te está diciendo: “Ojo, aquí vas a pagar un dineral en suministros”. Compara dos pisos de precio similar: uno con una C y otro con una G. El segundo es, en la práctica, mucho más caro.
- Te da poder de negociación. Si un piso te encanta pero tiene una mala calificación energética, tienes un argumento sólido para negociar. Quizás no una rebaja en el alquiler, pero sí para pedir que el propietario instale unas ventanas mejores o que mejore el aislamiento antes de que entres.
Implicaciones prácticas para propietarios o inquilinos en Canarias
Vamos a lo concreto. ¿Esto cómo se come en nuestro día a día en las islas?
Para el propietario:
- Pídelo ANTES de anunciar el piso. La ley te obliga a mostrar la etiqueta energética (la pegatina de colores) en cualquier anuncio de alquiler. No esperes a tener un inquilino a la puerta.
- ¿A quién llamo? Necesitas un técnico competente: un arquitecto, un arquitecto técnico, un ingeniero… Ellos visitarán la vivienda, harán las mediciones y emitirán el certificado.
- Regístralo. Una vez lo tengas, hay que presentarlo en el registro del Gobierno de Canarias para que sea oficial. El propio técnico suele encargarse de este paso.
- Dáselo al inquilino. Entrega una copia del certificado en el momento de la firma del contrato. Que quede constancia por escrito de que lo has hecho.
- Apunta la fecha. El certificado caduca a los 10 años. Pon una alarma en el calendario para renovarlo y evitar problemas.
Para el inquilino:
- Exígelo desde el primer momento. Si ves un anuncio en un portal inmobiliario sin la etiqueta energética, ya es una señal de alerta. Pregunta por ella.
- Revisa el documento. Cuando te lo den, comprueba que está registrado y en vigor.
- Cuidado con las excepciones. La ley dice que no es obligatorio para viviendas de menos de 50 m² útiles. ¡Ojo! Esto se aplica sobre todo a casitas o estudios aislados. Si tu apartamento de 45 m² está dentro de un edificio de viviendas, el edificio (y por tanto tu piso) sí necesita el certificado. No dejes que te confundan con la letra pequeña. La otra excepción importante es para alquileres de muy corta duración (menos de cuatro meses al año), como el alquiler vacacional.
Conclusión
El certificado energético no es el enemigo. Es una herramienta. Para el propietario, es un seguro de tranquilidad y un plus de marketing. Para el inquilino, es una garantía de transparencia y un mapa para no perderse en las facturas de suministros. Es una de esas pequeñas cosas que, bien hechas desde el principio, construyen una relación de alquiler sana y sin sorpresas desagradables.
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