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Firmas un contrato de alquiler y piensas que ya está todo hecho. El propietario cobra su renta y el inquilino disfruta de su casa. Fácil, ¿verdad?
No tan rápido.
El “cómo” usas esa vivienda es la pieza más importante del puzle. No es lo mismo alquilar para vivir todo el año que para pasar el verano. Y la ley trata cada caso de forma muy distinta. Este texto es crucial porque define las reglas del juego: qué puedes y qué no puedes hacer en la propiedad. Para el propietario, es la clave para proteger su inversión. Para el inquilino, es el mapa para no meterse en un lío y arriesgarse a una expulsión.
Te interesa como propietario
Vamos al grano. ¿Por qué deberías empaparte de esto?
Porque tu propiedad no es un parque de atracciones. Es una inversión que necesitas proteger. La ley te ampara, pero solo si dejas las cosas claras desde el principio.
Al definir en el contrato que el piso se destina única y exclusivamente a vivienda permanente, estás activando el modo “protección máxima” de la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU).
¿Qué significa esto en la práctica?
- Controlas el uso: evitas que tu inquilino monte un taller de reparaciones, una oficina con trasiego de gente o, peor aún, que lo subarriende como vivienda vacacional a tus espaldas.
- Tienes causa de desahucio: si el inquilino incumple lo pactado y convierte la vivienda en el cuartel general de su nuevo negocio sin tu permiso, o si causa problemas graves a los vecinos, no tienes que aguantar. Tienes una razón sólida y legal para resolver el contrato y pedirle que se vaya.
- Evitas problemas con la comunidad: un inquilino que respeta las normas de la comunidad es un inquilino que no te da dolores de cabeza. Incluir en el contrato que debe cumplir las normas de los vecinos te da una herramienta más para exigir un buen comportamiento.
En resumen: un contrato claro sobre el uso de la vivienda es tu mejor póliza de seguros. Te ahorra tiempo, dinero y disgustos.
Te interesa como inquilino
Piensas: “Es mi casa, pago religiosamente, puedo hacer lo que quiera”.
Cuidado con ese pensamiento. Es tu casa, sí, pero con unas reglas. Conocerlas te evitará el susto de tu vida: una carta del propietario diciéndote que hagas las maletas.
Este tema es vital para ti por una razón muy simple: para que no te echen.
- El contrato es la ley: lo que has firmado va a misa. Si el contrato dice “solo para vivienda”, no puedes domiciliar tu empresa ahí ni montar un despacho profesional. ¿Quieres trabajar desde casa como freelance? Habla primero con el propietario y que te dé permiso por escrito. La comunicación es tu salvavidas.
- La convivencia es sagrada: puede que no haya nada en el contrato sobre poner la música a todo volumen a las 3 de la mañana o sobre dejar bolsas de basura en el rellano. Da igual. La ley prohíbe las actividades molestas, insalubres o peligrosas. Ser un buen vecino no es una opción, es una obligación. Incumplirla de forma reiterada es motivo de expulsión.
- La vivienda debe ser tu hogar: el contrato de alquiler de vivienda habitual es para eso, para vivir. Si alquilas un piso en Gran Canaria pero en realidad vives y trabajas en Madrid, el propietario puede resolver el contrato. La ley exige que sea tu morada permanente (o la de tu cónyuge o hijos dependientes).
Entender estos puntos te garantiza una estancia tranquila y te protege de sorpresas desagradables.
Implicaciones prácticas para propietarios o inquilinos en Canarias
Vale, vamos a traducir todo esto a consejos prácticos para el día a día en nuestro paraíso canario.
Para propietarios:
- Contrato a prueba de balas: no uses plantillas genéricas de internet. Invierte en un buen contrato. Incluye cláusulas específicas. Prohíbe expresamente cualquier uso que no sea el de vivienda permanente. ¿No quieres un despacho profesional? Dilo por escrito.
- Sé el sheriff de tu comunidad: incluye una cláusula que obligue al inquilino a cumplir las normas de la comunidad de propietarios. Esto te da poder para actuar si se convierte en el vecino problemático del edificio.
- Documenta, documenta, documenta: Si un inquilino está causando problemas (ruidos, olores, actividades raras), no te lances sin pruebas. Recopila quejas de otros vecinos, correos electrónicos donde le adviertes, y si la cosa se pone fea, avisos de la policía. Un Juez querrá ver pruebas, no solo tu palabra.
Para inquilinos:
- Lee antes de firmar: parece obvio, pero casi nadie lo hace. Lee la cláusula sobre el “Uso y destino” con lupa. Si tienes planes de hacer algo más que dormir y comer en el piso, es el momento de hablarlo.
- Pide permiso por escrito: si después de firmar quieres empezar a trabajar desde casa o quieres traer un perro y el contrato no lo dejaba claro, no lo hagas sin más. Envía un correo al propietario, explícale la situación y consigue su aprobación por escrito. Ese correo es tu seguro.
- Usa el sentido común: no almacenes material inflamable. No acumules basura. No organices fiestas cada noche. La ley te prohíbe realizar actividades molestas, insalubres, peligrosas o ilegales. Hacerlo es comprar un billete de solo ida a la calle.
Conclusión
Un alquiler es una relación basada en la confianza, pero sostenida por un contrato. La cláusula que define el uso de la vivienda no es un adorno legal; es el pilar que sostiene todo el acuerdo. Para el propietario, es la garantía de que su casa será cuidada y respetada. Para el inquilino, es la guía para disfrutar de su hogar sin sobresaltos. Tener las reglas claras desde el primer día es la forma más inteligente de asegurar una relación larga y sin problemas para ambos.
¿Tu contrato no es claro o tienes dudas sobre lo que puedes o no puedes hacer? No esperes a tener el problema encima.
Escríbenos a info@roda-abogados.com y te ayudaremos.